martes, 20 de noviembre de 2012

París, te esperaré...


Al fin cumplí 18 años, mi madre me obsequio un boleto de avión  con referencia a Paris, ¡genial!, Pensé para mis adentros, era un regalo extraordinario.
Se acercaba la hora, estaba tan emocionada, pero a la vez un poco nerviosa y temerosa  realmente era el primer viaje que haría por mi cuenta, sola totalmente sola.
En el aeropuerto mi madre lloraba como si me fuera para siempre, trate de tranquilizarla diciéndole que solo me iba por unas semanas, de pronto escuche que alguien me llamaba.
-¡Valery!-era una voz masculina así que supuse que era mi padre, él y mi madre se habían divorciado hacia ya 2 años. Al voltear confirmé que era él.
-¡Aquí papá!- contesté  al tiempo que levantaba la mano para saludarlo, hacía mucho tiempo que no lo veía, se me había olvidado lo cálida que era su sonrisa.
-Ojalá te vaya bien en tu viaje pequeña.- dijo mi padre con una ancha sonrisa en su rostro y dándome un fuerte abrazo.
- Gracias papa los extrañaré mucho.- dije refiriéndome a él y a mi madre que se encontraba sentada en la sala de espera del aeropuerto.
Escuché a la señorita encargada de los vuelos, vocear que el vuelo con referencia a Londres estaba  a punto de partir, en ese momento abrace a mis padres con tal fuerza que casi los asfixiaba, al despedirme de ellos sentí cierta nostalgia por dejarlos aunque fuera por poco tiempo.
Salí corriendo tratando de no golpear a la gente que transitaba por el aeropuerto, logre llegar sin caerme ni lastimar a nadie, la señorita encargada recibió mi boleto indicándome la puerta por la que tenía que entrar, me deseo un buen viaje y subí al avión.
Algunas horas más tarde el piloto anuncio que nuestro vuelo estaba por llegar a París, estaba tan emocionada que no solo la presión del avión hacia que sintiera que el corazón se me iba a salir.
Al llegar al aeropuerto me dirigí hacia el hotel “Voltaire” que sería en el cual estaría hospedad durante todos los días que estuviera en París,  mi habitación  la cual era la número 301 estaba en el cuarto piso del edificio.
Tome el teléfono y llame a mi madre solo quería avisarle que había llegado bien y que estaba muy agradecida por el mejor regalo que había recibido, al terminar la llamada me di una ducha y después me quede sumamente dormida.
Al día siguiente la emoción de salir ni siquiera me dejo dormir más tiempo, me di una ducha, me cambie y  salí del hotel.
Recorrí muchas calles hermosas, pase por plazas donde compraba todo lo que me gustaba; ropa, zapatos y accesorios, había recorrido muchos lugares y por consiguiente había comprado muchas cosas y mis brazos estaban más que ocupados por bolsas, decidí tomar un descanso en uno de los parques por los que pase, acomode las bolsas a un lado mío y comencé a recorrer el parque con la mirada, había niños hermosos corriendo y jugando y padres persiguiéndolos para que no se hicieran daño, niñas sentadas como pequeñas damas jugando a la casa de té, señoras platicando y gesticulando como si toda su plática se pudiera descifrar con solo mirarlas y fue así como me sumergí en mis pensamientos, aun no podía creer que estaba en parís sola, disfrutando de mis 18 años. Al abrir los ojos ya había pasado ya más de una hora, la noche había llegado y salí corriendo con miedo a no encontrar el camino de regreso.
Las bolsas en mis manos pesaban  más que yo para ese tiempo estaba arrepintiéndome de haber comprado tantas cosas, al doblar en la esquina “Je Veux Te Revoir” que en español significaba “caminos del destino”, choque de frente con alguien y caí a suelo y conmigo todas las bolsas que tenia, me incorpore y empecé a levantar mis cosas pero alguien mas ya lo estaba haciendo.
-¿Te encuentras bien?- dijo una voz tan cálida como campanas al unísono tendiéndome su mano al mismo tiempo que me levantaba del suelo, al oírlo algo ocurrió en mi, simplemente así.
- ah, mm sí, estoy bien gracias...- dije al mismo tiempo que tomaba su mano, pero al verlo quede paralizada, era perfecto, como aquellas figuras de mármol griego.
-toma.- dijo él entregándome todas las cosas que se habían caído al suelo
-¿eh? Aaah ¡si, gracias!- dije tartamudeando y el rio como si le hubiera contado un chiste.
Despues de unos segundos de silencio yo de la nada comencé a reír, recordando la aparatosa caída que acababa de tener enfrente del hombre más perfecto que jamás haya visto, el tambien rio y se formo una atmosfera hermosa, el me pregunto mi nombre y yo el suyo el cual era: Gaibriel.
Platicamos durante mucho rato, era como si lo conociera desde hace mucho tiempo, tanto él como yo hablamos de porque estabamos ahí, me pregunto en qué hotel me hospedaba. Caminamos y caminamos hasta que sin darme cuenta llegamos al hotel.
Le di las gracias y entre. No pude conciliar el sueño en toda la noche, solo pensaba en lo divertido que había sido mi día y lo divertido que había sido estar con Gaibriel. Aaaaa Gaibriel, había estado repitiendo su nombre toda la noche hasta que por fin sin pensarlo me quede dormida.
A la mañana siguiente salí mas tarde, mi cuerpo reclamo el cansancio del día anterior y me quede dormida un poco más, unos minutos más tarde recibí una llamada, era de la recepción me decían que había alguien esperando por mí un joven llamado Gaibriel, -¡No puede ser! Voy para allá -dije brincando de la cama directo al baño.
Me arregle lo más rápido posible aunque no decidía que ponerme, me decidí por un vestido color durazno de Shifon. En el elevador mi corazón estaba por salirse,  al llegar a la recepción ahí estaba él aun más perfecto que la noche anterior.
Salimos a dar un paseo, caminamos por todas las plazas, caminamos por callejones hermosos, vimos casas hermosas, y la gente caminaba como si no existiera nada mejor que la vida, como si las cosas malas no existieran.
Y así pasaron los días, nuestra relación se hacía más y más fuerte, salíamos todos los días juntos e inevitablemente nos hicimos novios, era lo más bonito que había vivido en la vida, él era un príncipe y hacía que me sintiera tan cálida y tan en paz, hacia que me sintiera tan bien.
Un día decidí salir sola, quería dar un paseo y recorrer todo parís en un solo día, aun no estaba lista para irme de ahí, no quería dejar ese lugar que había hecho que viviera los mejores momentos de mi vida y mucho menos quería dejar a Gaibriel, ahora sabia que él era mi alma gemela, que el simplemente me complementaba.
Pase por un callejón realmente obscuro, la piel se me había erizado completamente, de algún modo sentía que algo iba a pasar, de pronto algo me golpeo con tanta fuerza que perdí la noción de todo tiempo y espacio.
Desperté en un lugar horrible, sin ninguna ventana solo había una puerta pequeña al final del lugar, tenía tanto miedo porque no sabía que estaba pasando, unos hombres entraron por aquella puerta, venían directamente hacia mí, pero había algo diferente en ellos, no eran hombres cualquiera eran …. Eran hermosos, esa era la palabra correcta, a excepción de Gaibriel  nunca había visto a hombres así, no eran guapos como los galanes de revista o como las estrellas de televisión estos eran hermosos, si hermosos, con la piel más fina y delicada que haya visto jamás y el cuerpo proporcionado perfectamente. Uno de ellos dijo.
-¡Aaah!  Con que esta señorita es la mujer de Gaibriel-. Dijo el más alto de todos ellos.
- ¡baa! Él como siempre desvivido por los débiles, aunque realmente no es fea, pero sigue siendo humana, ¿pero qué deberíamos hacer con ella?. Tiene que pagar por lo que Gaibriel nos ha hecho-. Dijo en tono burlón otro de ellos
Yo lo único que pensaba era en Gaibriel quería que el llegara, quería que me dijera que estaba pasando, estos hombres eran malos y tenebrosos, la forma en la que hablaban  hacia que el corazón me temblara, hacia que no pudiera ni respirar, no podía creer que alguien tan bello pudiera ser tan malo.
Me levantaron del suelo y me amarraron a una especie de perchero de madera y comenzaron  a golpearme, no sabía si era verdad lo que estaba viviendo, esto no podía serlo, que había hecho yo para merecer esto, y porque Gaibriel no estaba aquí rescatándome y quienes eran aquellos hombres hermosos, me dolía, ya no podía mas, ya no sentía el cuerpo estaba demasiada lastimada, todo había sucedido tan rápido, nada en esta situación  tenia cordura.
La puerta pequeña de aquel lugar se abrió de par en par, dejando ver  a aquella persona que mi mente había estado llamando tanto, ¡sí!, era Gaibriel eral él, por fin había venido por mí.
De pronto todo dio un giro impactante, esos hombres bellos se transformaron en una especie de ave con alas negras, aun no sabía que eran… ¿ángeles?, ¡eso no existe!, y empezaron a pelear, todos ellos contra Gaibriel que parecía indefenso ante esas aves o humanos, ¡Ah! que confusión.
Comenzaron a lanzar, ¿bolas?... bolas de fuego un fuego ardiente al rojo vivo, persiguiéndolo solo a él, solo a Gaibriel, ¡esos hombres querían  hacerle daño!, esos Ángeles malos querían lastimarlo y no podía permitirlo. De alguna forma logre desatarme de donde estaba, logre bajar pero no sentía nada, y a la vez todo me dolía, corrí con todas las fuerzas que me quedaban y me interpuse entre aquella bola de fuego y Gaibriel… La cabeza me estallaba, sentía el cuerpo roto, ¡todo mal!, ya no me sentía a mí misma, me dolía, me dolía mucho era insoportable, pero él estaba bien, el tenía que estarlo.
Nunca lo había visto así, con la mirada enfurecida, la rabia había subido por sus ojos y terminado en sus movimientos, fue tan rápido que no lo creía, Gaibriel estaba ganando, aquellos Ángeles malos caían uno por uno y al mismo tiempo caía yo, segundo a segundo, no quería dejarlo, lo amaba, estaba segura no me importaba morir si era por él pero ahora ya no quería dejarlo quería vivir por siempre con él, pero supongo que era ya demasiado tarde, el reloj de arena se agotaba.
Todos esos bellos Ángeles con las alas negras terminaron caídos, y Gaibriel se acerco a mí con la mirada más triste que haya visto en nadie nunca, estaba sangrando y yo… yo sentía su dolor.
Gaibriel me tomo en sus brazos, me abrazo con tal fuerza que sentía que no había más que él en el mundo y de pronto unas alas brotaron de su espalda, pero no alas como las de los Ángeles caídos, estas eran aun más grandes y blancas, completamente blancas, eran bellísimas, me abrazo aun más fuerte, cubriéndome con sus cuerpo, resguardándome en sus alas, el susurraba: tranquila mi alama, todo estará bien, por favor no tengas miedo, todo estará bien, te amo y lo hare por siempre… te amo.
 Y ahí entre sus brazos y el escudo de sus alas yo sentía algo que no había sentido nunca, era un sentimiento de extrema felicidad, me sentía completa, me sentía bien, amada y sin ningún tipo de dolor, ya no tenía miedo, ahora solo sabía que él estaría conmigo siempre, ahora me sentía una misma con él y  con ese hermoso sentimiento me desvanecí.
Al despertar él estaba ahí, Gaibriel estaba a mi lado en la camilla del hospital, estaba a un lado de mi y eso era lo único que importaba.
El me explico que  aquellos Ángeles negros eran los que se habían revelado en contra de Dios y que este los había expulsado del cielo y que él  (Gaibriel), había ayudado a Dios para desterrarlos por eso esos Ángeles malos querían venganza, tambien me explico que él era uno de los Ángeles de Dios enviado aquí para cuidar a los humanos.
Me confesó que me amaba y que por eso se había quedado más tiempo aquí en la tierra pero que tenía que volver, este no era su lugar.
A la mañana siguiente a mi lado solo había una carta que decía:
Mi alma
Perdóname por haberte dejado así pero no podía hacerlo viéndote de frente.
Me duele tener que dejarte, te amo y lo sabes, nunca, realmente nunca había tenido un sentimiento así, y ahora me duele tener que partir, te has convertido en mi todo, eres mi alma completa porque te has quedado con ella.
Me tengo que ir pero prometo que regresare y esta vez será para quedarme contigo para siempre.
Te amo.
 Gaibriel
Pasaron los años regrese a mi ciudad,  solo esperaba que el regresara, lo había prometido y le creía, lo esperaría aun si pasaran 1000 años.





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