Érase una vez en el
reino de Genovía una familia verdaderamente unida y dedicada a su pueblo, la
familia real. Esta estaba casi completa solo les faltaba un heredero, así que
los reyes comenzaron a escribirle a la cigüeña. Después de varios meses de
espera, una fría mañana de invierno llego al mundo la pequeña Almudena, una
princesita de tez blanca como la nieve, delicados cabellos ondulados y dorados
como el sol, con unas mejillas del color de un pequeño durazno, todos
absolutamente todos estaban brincando de alegría con la llegada de la princesa
en especial sus padres; los reyes.
Desde ese momento los
padres de Almudena solo se preocupaban por darle lo mejor, y como ellos estaban
un tanto ocupados atendiendo al pueblo y no querían descuidar a su pequeña
contrataron a una nana, la simpática señora Victoria, era una viejecita muy
cariñosa a quien le encantaba cuidar a la princesa.
Almudena era una
princesita muy ocupada, durante el día su profesor iba al palacio para
impartirle clases, estas eran entre muchas otras: latín, historia y alemán;
mientras que por las tardes tenia clases de piano, equitación y dos veces a la
semana tenia tutoriales de modales, la princesa disfrutaba de todas y cada una
de las actividades que realizaba, pero lo que más le gustaba era la hora de
dormir ya que era ahí cuando Victoria la arropaba y le contaba fascinantes
historias, cuentos de hadas, de amor, etc.
Almudena sin duda tuvo
una infancia llena de lujos, amor, disciplina y valores, pero la princesa como
todo ser humano creció, ya era una hermosa adolescente tan bella como cuando
nació, todos los hombres en el reino querían ser sus príncipes.
Como ya era costumbre
todas las princesas al cumplir determinada edad tenían que salir en su carruaje
a dar un paseo por el pueblo, y así fue, el día de Almudena llego, estaba
demasiado nerviosa porque nunca jamás desde que tenía uso de razón había salido
del palacio. Así que ella tenía en mente que al salir se iba a encontrar
un mundo como el de los cuentos que le
contaba Victoria cuando era pequeña, lleno de nobleza y gente feliz. Las
puertas del palacio se abrieron y Almudena comenzó su camino hacia el pueblo,
por primera vez pudo observar los hermosos paisajes que Genovia ofrecía,
montañas, grandes montañas llenas de flores todo era tan verde que hacían que
Almudena recordara los paisajes de aquellos cuentos.
El camino fue largo así
que la princesa se quedo dormida, y al despertar por primera vez en toda su
vida pudo observar al verdadero pueblo de Genovia, que sin duda alguna no era
nada parecido a lo que ella tenía en mente, este no era un pueblo pobre, pero
tampoco era rico, digamos que tenia lo necesario para vivir. Rápidamente la
princesa bajo del carruaje en compañía de Victoria y comenzó a dar un recorrido
por las calles del pueblo, todos los habitantes a medida en que la princesa
pasaba hacían reverencia. Almudena estaba asombrada y volteaba a todas partes a
observar cada detalle del pueblo y a todos sus habitantes, en eso vio a alguien
que le llamo bastante la atención, era el hijo del sastre que confeccionaba
toda la ropa que su familia usaba, Almudena no lo podía creer era exactamente
el príncipe que sus cuentos describían: alto, musculoso, cabello castaño y
ondulado, ojos grandes, una boca besable, y una sonrisa perfecta. Lo único malo
es que ella bien sabia que sus padres no la dejarían poder tener algo con aquel
joven. En ese momento el joven se acerco con todo el respeto hacia Almudena y
le dijo que estaba encantado de conocer a la princesa y que era la mujer más
hermosa que había visto, Almudena se sonrojo y solo le dio las gracias.
Siguió su recorrido por
el pueblo, pero desde ese día no pudo olvidar a aquel joven, que para ella ya
era su príncipe.
Los días pasaron,
Almudena después de la visita al pueblo volvió a su rutina, no salía del
palacio.
Pero un día cualquiera
tocaron a la puerta y no podía creer que quien estaba ahí era el sastre con su
hijo, el príncipe de Almudena.
La princesa corrió
rápidamente y bajo las escaleras, y ahí estaba tan perfecto; el joven la saludo
como todo un caballero.
Almudena sin el permiso
de sus padres siguió viendo al hijo del sastre y cada vez se enamoraba más de
él, su nombre era Carlos, con el la princesa se podía imaginar perfectamente su
vida como la de los cuentos de hadas que Victoria le leía.
Hasta que un día
Almudena se harto de no poder estar con Carlos de la manera que ella quería.
Sabía que su relación nunca sería aceptada ni por sus padres, ni por el resto
de su familia ya que ella era una princesita y Carlos solo era el hijo del
sastre.
Lloro por días, a todas
horas, Victoria la veía y se le desgarraba el corazón, ya que ella había sido
como su madre durante todos estos años, así que no pudo más y le confesó el
secreto que por años le había estado ocultando a Almudena y pensó que este era
el momento indicado para hacerlo. Lo que le dijo fue sin duda algo
sorprendente, le conto que ella en realidad siempre había estado destinada para
cuidarla y protegerla, ya que había sido enviada desde aquellos mundos mágicos
de los que ella tanto le hablaba de pequeña, Almudena no creía lo que oía, era
algo realmente increíble, Victoria era su HADA MADRINA!!! Todo el tiempo esos
cuentos se significaron algo, eran las historias de sus tierras.
Después de aquella plática
Almudena sabia que tenia alguien en
quien confiar, fue por eso que no lo pensó dos veces y le pidió que por favor
la llevara con Carlos a un lugar lejos de sus padres, a un lugar como los de
sus cuentos. Victoria le dijo que claro que podía hacer eso, pero le ponía una
condición y esa era que ella tenía que demostrar que Carlos era de verdad el
príncipe que ella tanto anhelaba desde pequeña, y solo lo podía probar con un
beso de amor puro.
Almudena le dijo que
ese no era ningún problema, que lo único malo era que ella estaba castigada y
no podía salir del palacio para ir a buscar a Carlos, Victoria entonces saco
inmediatamente de su bolso una especie de varita mágica, la cual agito 3 veces,
y en instantes Almudena se encontraba enfrente de la casa de Carlos, no dudo ni
un segundo en tocarle, espero y al poco tiempo el abrió la puerta, y le dijo
que era a ella a quien había estado esperando durante toda su vida, en ese
momento Carlos le dio el beso que Almudena tanto había soñado, y Victoria por
supuesto estaba ahí observando todo.
Y como lo había
prometido, en ese momento se había cumplido la condición del beso de amor puro
que Almudena necesitaba para poder irse a un mundo mágico, entonces Victoria
agito 3 veces su varita, y en muy poco tiempo los dos jóvenes estuvieron en un
lugar realmente fascinante, lleno de muchas criaturas iguales a Victoria,
duendes, hadas normales, gnomos, y gran variedad de unicornios.
Los padres de Almudena
por otro lado, estaban destrozados por la carta que ella les había escrito
antes de partir, en donde ella les explicaba todo lo que había sufrido a causa
de que no podía estar con quien amaba, y que por eso se iba y que nunca
regresaría, que ni siquiera se molestaran en buscarla porque nunca la iban a
encontrar, sus padres haciendo caso omiso a la carta mandaron a todos los
guardias del reino a buscarla, pero ya fue demasiado tarde porque Almudena como
bien ya lo dijimos antes se encontraba en un mundo igual o mejor que el de sus
cuentos, un mundo en donde ella era dueña de su vida, en donde ella y Carlos
pudieron ser felices por siempre.
FIN
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