Había una vez un
pueblo, era un bonito lugar, donde la felicidad y la alegría nunca faltaban, la
gente se conocía una a otra como la palma de sus manos, ocurría algo de
transcendencia y al cabo de una rato todo el pueblo ya lo sabía, casi nunca
había problemas, solo en una familia los
problemas se presentaban a menudo, la
familia era descendiente de un famoso hacendado, la hacienda San Agustín, era del abuelo de la familia. Poseían algunas riquezas, la madre, llamada María,
trabajaba en el negocio de la familia, siempre decía que ella no era una mujer
de hogar odiaba cocinar y lavar, le gustaba mucho trabajar, decía que trabajaba
por sus hijos, ellos eran el motivo por el cual luchaba, eran lo más importante
para ella, compraba fruta en la ciudad y la vendía en el mercado del pueblo a
un precio muy justo, se la pasaba de sol a sol trabajando, no paraba de vender
era una experta comerciante, el padre, Joaquín, era también muy trabajador, era capataz en la
hacienda de su padre, era un gran señor de mano dura, daba a entender que era un señor muy enojón y
estricto que no aceptaba cualquier error, era tan exigente que le hablaban con
mucho respeto. Estos padres se habían unidos en matrimonio hace 15 años en la
iglesia del pueblo, María era hija de una familia acomodada del pueblo vecino.
Formaron la familia Bravo Monter rubio. Tenían 3 hijos, el primero un joven de
15 años llamado Lucas, era obsesionado a los viajes, decía que quería ser
explorado, la segunda una jovencita de apenas 12 años llamaba Carmen y la última
Macarena era la más tierna apenas acaba de cumplir los 10 el mes pasado. María
había contratado dos muchachas que hacían el aseo de la casa, Aurelia y Sonia.
Dos señoritas sencillas, educadas y de buena moral.
Las relaciones
de Joaquín con su padre don Agustín, no eran tan buenas, Agustín decía indirectas acerca de su nuera, comentaba
que no era bueno que una mujer no atendiera las cuestiones de su hogar, no veía
con buenos ojos que las sirvientas de Joaquín fueran las que llevaran la comida al campo y no la esposa, pero esto a Joaquín
a la larga no le importaba prefería mantener las buenas relaciones con su padre
que defender a su esposa. El abuelo Agustín comentaba que las nietas no estaban
bien educadas, pues no tenían a un buen modelo, parecía que a Agustín le
costaba un poco de trabajo aceptar a María, su nuera. Será porque María no
hacia lo que las demás mujeres hacían, será porque tenía una mala experiencia,
o porque quería conservar la tradición de una familia conservadora. Agustín era
un rico hacendado, la hacienda se encontraba en grande crisis desde hace mucho
tiempo, siempre la hacienda San Agustín se había distinguido por sus buenas
cosechas, pareciera que ahora había perdido el truco o la suerte para que sus
frutos fueran los mejores.
Todo marchaba
con tranquilidad, era el mes de diciembre, era la feria del pueblo, todos
acudían a las procesiones que se hacían en la iglesia, entre ellos María y sus
hijas, al acabar el acto religioso acudían a los juegos populares y a los
antojitos, era suma alegría, pero al abuelo no le parecía que las niñas
salieran a divertirse como era costumbre.
María sentía que
el abuelo quería controlar todo, a Joaquín no le parecía novedad. A Joaquín no
le importaban las razones por las cuales
el señor era tan gruñón y quería educar a sus nietos de una forma muy estricta.
¿Por qué el señor era así? Un día María fue a la hacienda para hablar con el
abuelo sobre la forma en cómo se expresaba de ella y su forma de pensar, el
abuelo desayunaba plácidamente en el comedor, cuando María llego, en cuanto la
vio entrar por la puerta, hizo unos
gestos con la cara como si algo tan horrible hubiera aparecido de la nada, lo
primero que le dijo fue ¡qué haces aquí! Ella se quedo callada y se sentó, Agustín
le dijo que él no tenía porque compartir la mesa con una persona que no llevaba
una vida correcta, ella le dijo que el motivo de su visita era solo para
decirle que ella sabia como educar a sus hijos y no le gustaba que él,
interviniera en sus asuntos, ni mucho menos hablara mal de ella, Agustín le
respondió que lo mas que quería en este mundo era su familia y que no la quería
ver mal, Agustín agrego, ¡si supieras porque lo hago, creo que no me dirías
nada!, María de inmediato se retiro, no dejaba de pensar porque Agustín le
había dicho eso, ella no conocía su pasado pero sabía que era así porque había
sufrido mucho, pensaba y pensaba que podría ser lo que le atormentaba y no lo
dejaba ser una persona feliz, al llegar a su hogar María le pregunto a Joaquín
quien era su madre, María no conocía a la esposa de Agustín, Joaquín respondió
que tenía mucho tiempo que había muerto, María pensó que tal vez el dolor de
haber perdido a un ser querido tan
importante habría dejado un dolor que no pudo ser superado.
Después de 5 días,
Agustín enfermo que asusto a todos, nunca había decaído como ahora, no era un
solo dolor de cabeza, era algo más fuerte, pero él no hacía caso, creía que
todo se solucionaba tomando una pastilla que le recetaba la señora de la
farmacia, el dolor se le calmaba por un rato, pero después de unas horas el
dolor volvía, Agustín con tal de no ser visto como una persona que ya no servía,
ocultaba su dolor.
Al cabo de unas
semanas la enfermedad empeoro, nadie sabía lo que le pasaba, Agustín dormía
casi todo el día, solo salía de su recamara para desayunar o comer, Joaquín
pensó que tal vez su padre estaba cansado y necesitaba reposar, pero era raro
que Agustín decayera.
Un día de
repente la enfermedad había desaparecido, nadie sabía a ciencia cierta qué era
lo que tenía. Pero después de 2 meses la enfermedad volvió, como si se apagara
por un tiempo. Ese mismo día llego al puesto de María una viejita muy pobre,
era de tez blanca, sus cabellos se estaban decolorando por el paso del tiempo,
seguramente de joven debió de ser muy bonita, nunca la había visto en el
pueblo, parecía como si fuera nueva, pero era ya de avanzada edad. Le
sorprendió mucho porque a pesar de sus circunstancias seguía adelante, tal vez
estaba enferma por eso no la había visto.
Al día siguiente
la viejita volvió, María le pregunto si era nueva en el pueblo, si acaba de
llegar a vivir ahí, porque nunca la había visto, ella respondió que vivía ahí
desde hace mucho tiempo, pero no había salido de su humilde casa. La viejita
pidió que le vendieran unas manzanas amarillas chicas y 2 pesos de ciruela
pasa, pues se haría un té con estos frutos, María se sorprendió del gran
conocimiento de la viejita. A partir de ese día la viejita se volvió clienta de
María, acudía dos o tres veces al mercado por las mañanas, siempre usaba un
rebozo negro y una canasta para echar sus cosas, así transcurría el tiempo,
siempre compraba frutas para tés, la señora usaba su rebozo pues siempre salía
con la cabeza cubierta, después de ir al mercado acudía a la iglesia, rezaba el
rosario, se persignaba ante la imagen de la Virgen y por lo regular siempre
salía con los ojos hinchados, rojos como si acabara de llorar, un día María la
vio salir así, se imagino que tenía problemas en su hogar y no tenia con quien
desahogar sus penas, no comentaba nada al respecto, María siempre se
caracterizo por ser una persona que nunca mencionaba ni comentaba algo de los
demás, no era chismosa.
Al día siguiente
cuando la viejita acudió al puesto de frutas, María le pregunto que ya tenía
bastante tiempo que le compraba frutas, pero no sabía cómo se llamaba y familia
de quien era, ella respondió que no tenia familia, vivía sola del otro lado del
rio, en una parcela que casi nadie iba, pues decían ahí espantaban, María le
dijo que ella llevaba 15 años viviendo ahí y nunca la había visto, le comento
que le llamaba la atención porque siempre compraba frutas para remedios, María
le dijo que ella era familia de Agustín bravo, cuando la viejita escucho el
nombre de Agustín bravo, soltó la canasta, se dio media vuelta y se fue como un
rayo, María se quedo sorprendida no entendía porque la viejita había actuado de
tal manera. En eso llego su hija la más pequeña, Macarena, avisando que Agustín
se había puesto muy grave y que el doctor del pueblo lo había ido a ver, María
dejo a su hija en su casa con las sirvientas, después fue a la hacienda donde
se encontraba Joaquín llorando, quien se iba a imaginar que aquel de corazón
duro estaría llorando, lloraba por su padre pues el doctor le había dicho que
la enfermedad de su padre era tan misteriosa que no había podido encontrar que
era lo que tenia y temía lo peor, tal vez Agustín no volvería a ver la luz del
sol.
María sin
pensarlo, se dirigió hacia la parcela donde vivía la viejita, tal vez ella
podía ayudarla y darle un té que hiciera que Agustín se mejorara, se dirigió al
rio, recorrió la orilla hasta encontrar la parcela con la casa, se le hizo muy
difícil encontrarla pues no era una casa como tal, era una pequeña choza que se
camuflaje aba entre carrizales. Cuando llego le dijo que por favor le diera un té
que curara un fuerte dolor en la cabeza,
temía que fuera un tumor, la viejita no se atrevía a mirarla a los ojos, María
le dijo que confiara en ella, le pagaría lo que fuera necesario, era de vida o
muerte pues alguien se estaba muriendo, María le comento que era su suegro, Don
Agustín, la viejita muy espantada le dijo que enseguida se lo daría, mientras
lo preparaba María le pregunto porque se había ido muy de prisa cuando le
menciono quien era su familia, ella dijo que le tenía algo que confesar, la
viejita dijo que se llamaba Silvia y era la esposa de Agustín, su hijo era Joaquín,
María quedo espantada, Silvia le dijo que ese era el motivo por el cual había
salido huyendo, María le dijo que porque no estaba junto a Agustín, ella dijo
que un día tuvo un problema con Agustín, le habían inventado que Joaquín no era
hijo de Agustín si no de otro hombre, Agustín le golpeo tan feo que la dejo
casi muerta, Silvia había huido y ya no
volvió, ellos la creyeron muerta, ella no regreso porque tenía miedo de que le
golpeara de nuevo hasta matarla, el hechizo de la perla negra se había
cumplido, María le pregunto que cual perla negra, Silvia respondió que hace
mucho tiempo Agustín y ella habían acudido con un brujo a Veracruz para que les
diera una amuleto para la felicidad y la
buena suerte, el brujo les dio una perla negra, les dijo que siempre que
permanecieran juntos las cosas marcharían bien, pero si se separaban o se
divorciaban, las cosas cambiarían, uno de los dos seria infeliz y más tarde moriría. Era obvio que las
enfermedades de Agustín eran las
consecuencias de la magia del amuleto, a María se le ocurrió la idea de volver
a unir a este matrimonio, creía que si Agustín volvía a ver a Silvia, sus
problemas se habrían solucionado, ahora entendía porque era así Agustín, el
estar alejado de Silvia le hacía mal, el ver a la familia de su hijo le
recordaba a su antiguo matrimonio con
Silvia, le había dolido tanto la pérdida de su esposa pero al mismo tiempo se
sentía traicionado pues tenía esa duda de si era o no su hijo, todo lo que
hablaba Agustín lo decía porque María le
recordaba a Silvia, sentía que debía hacer algo para lograr el bienestar de la
familia. Así fue María llevo a Silvia donde estaba su suegro.
La hacienda San Agustín
estaba de fiesta, el abuelo había vuelto a la vida, el amor de este matrimonio
no había desaparecido, Agustín acepto que Joaquín con su esposa e hijos, vivieran en la
hacienda con él y Silvia, las relación entre María y Agustín cambio para bien, Agustín
pidió perdón a María por haberla tratado mal y agradeció por haber encontrado
su complemento, su felicidad. La magia de la perla negra volvió a florecer.
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