martes, 20 de noviembre de 2012

La perla negra


Había una vez un pueblo, era un bonito lugar, donde la felicidad y la alegría nunca faltaban, la gente se conocía una a otra como la palma de sus manos, ocurría algo de transcendencia y al cabo de una rato todo el pueblo ya lo sabía, casi nunca había problemas, solo en  una familia los problemas se presentaban a menudo,  la familia era descendiente de un famoso hacendado,  la hacienda San Agustín,  era del abuelo de la familia. Poseían  algunas riquezas, la madre, llamada María, trabajaba en el negocio de la familia, siempre decía que ella no era una mujer de hogar odiaba cocinar y lavar, le gustaba mucho trabajar, decía que trabajaba por sus hijos, ellos eran el motivo por el cual luchaba, eran lo más importante para ella, compraba fruta en la ciudad y la vendía en el mercado del pueblo a un precio muy justo, se la pasaba de sol a sol trabajando, no paraba de vender era una experta comerciante, el padre, Joaquín, era  también muy trabajador, era capataz en la hacienda de su padre, era un gran señor de mano dura,  daba a entender que era un señor muy enojón y estricto que no aceptaba cualquier error, era tan exigente que le hablaban con mucho respeto. Estos padres se habían unidos en matrimonio hace 15 años en la iglesia del pueblo, María era hija de una familia acomodada del pueblo vecino. Formaron la familia Bravo Monter rubio. Tenían 3 hijos, el primero un joven de 15 años llamado Lucas, era obsesionado a los viajes, decía que quería ser explorado, la segunda una jovencita de apenas 12 años llamaba Carmen y la última Macarena era la más tierna apenas acaba de cumplir los 10 el mes pasado. María había contratado dos muchachas que hacían el aseo de la casa, Aurelia y Sonia. Dos señoritas sencillas, educadas y de buena moral.
Las relaciones de Joaquín con su padre don Agustín, no eran tan buenas, Agustín  decía indirectas acerca de su nuera, comentaba que no era bueno que una mujer no atendiera las cuestiones de su hogar, no veía con buenos ojos que las sirvientas de Joaquín fueran las que llevaran la comida  al campo y no la esposa, pero esto a Joaquín a la larga no le importaba prefería mantener las buenas relaciones con su padre que defender a su esposa. El abuelo Agustín comentaba que las nietas no estaban bien educadas, pues no tenían a un buen modelo, parecía que a Agustín le costaba un poco de trabajo aceptar a María, su nuera. Será porque María no hacia lo que las demás mujeres hacían, será porque tenía una mala experiencia, o porque quería conservar la tradición de una familia conservadora. Agustín era un rico hacendado, la hacienda se encontraba en grande crisis desde hace mucho tiempo, siempre la hacienda San Agustín se había distinguido por sus buenas cosechas, pareciera que ahora había perdido el truco o la suerte para que sus frutos fueran los mejores.
Todo marchaba con tranquilidad, era el mes de diciembre, era la feria del pueblo, todos acudían a las procesiones que se hacían en la iglesia, entre ellos María y sus hijas, al acabar el acto religioso acudían a los juegos populares y a los antojitos, era suma alegría, pero al abuelo no le parecía que las niñas salieran a divertirse como era costumbre.
María sentía que el abuelo quería controlar todo, a Joaquín no le parecía novedad. A Joaquín no le importaban  las razones por las cuales el señor era tan gruñón y quería educar a sus nietos de una forma muy estricta. ¿Por qué el señor era así? Un día María fue a la hacienda para hablar con el abuelo sobre la forma en cómo se expresaba de ella y su forma de pensar, el abuelo desayunaba plácidamente en el comedor, cuando María llego, en cuanto la vio entrar por la puerta,  hizo unos gestos con la cara como si algo tan horrible hubiera aparecido de la nada, lo primero que le dijo fue ¡qué haces aquí! Ella se quedo callada y se sentó, Agustín le dijo que él no tenía porque compartir la mesa con una persona que no llevaba una vida correcta, ella le dijo que el motivo de su visita era solo para decirle que ella sabia como educar a sus hijos y no le gustaba que él, interviniera en sus asuntos, ni mucho menos hablara mal de ella, Agustín le respondió que lo mas que quería en este mundo era su familia y que no la quería ver mal, Agustín agrego, ¡si supieras porque lo hago, creo que no me dirías nada!, María de inmediato se retiro, no dejaba de pensar porque Agustín le había dicho eso, ella no conocía su pasado pero sabía que era así porque había sufrido mucho, pensaba y pensaba que podría ser lo que le atormentaba y no lo dejaba ser una persona feliz, al llegar a su hogar María le pregunto a Joaquín quien era su madre, María no conocía a la esposa de Agustín, Joaquín respondió que tenía mucho tiempo que había muerto, María pensó que tal vez el dolor de haber perdido a un ser querido  tan importante habría dejado un dolor que no pudo ser superado.
Después de 5 días, Agustín enfermo que asusto a todos, nunca había decaído como ahora, no era un solo dolor de cabeza, era algo más fuerte, pero él no hacía caso, creía que todo se solucionaba tomando una pastilla que le recetaba la señora de la farmacia, el dolor se le calmaba por un rato, pero después de unas horas el dolor volvía, Agustín con tal de no ser visto como una persona que ya no servía,  ocultaba su dolor.
Al cabo de unas semanas la enfermedad empeoro, nadie sabía lo que le pasaba, Agustín dormía casi todo el día, solo salía de su recamara para desayunar o comer, Joaquín pensó que tal vez su padre estaba cansado y necesitaba reposar, pero era raro que Agustín decayera.
Un día de repente la enfermedad había desaparecido, nadie sabía a ciencia cierta qué era lo que tenía. Pero después de 2 meses la enfermedad volvió, como si se apagara por un tiempo. Ese mismo día llego al puesto de María una viejita muy pobre, era de tez blanca, sus cabellos se estaban decolorando por el paso del tiempo, seguramente de joven debió de ser muy bonita, nunca la había visto en el pueblo, parecía como si fuera nueva, pero era ya de avanzada edad. Le sorprendió mucho porque a pesar de sus circunstancias seguía adelante, tal vez estaba enferma por eso no la había visto.
Al día siguiente la viejita volvió, María le pregunto si era nueva en el pueblo, si acaba de llegar a vivir ahí, porque nunca la había visto, ella respondió que vivía ahí desde hace mucho tiempo, pero no había salido de su humilde casa. La viejita pidió que le vendieran unas manzanas amarillas chicas y 2 pesos de ciruela pasa, pues se haría un té con estos frutos, María se sorprendió del gran conocimiento de la viejita. A partir de ese día la viejita se volvió clienta de María, acudía dos o tres veces al mercado por las mañanas, siempre usaba un rebozo negro y una canasta para echar sus cosas, así transcurría el tiempo, siempre compraba frutas para tés, la señora usaba su rebozo pues siempre salía con la cabeza cubierta, después de ir al mercado acudía a la iglesia, rezaba el rosario, se persignaba ante la imagen de la Virgen y por lo regular siempre salía con los ojos hinchados, rojos como si acabara de llorar, un día María la vio salir así, se imagino que tenía problemas en su hogar y no tenia con quien desahogar sus penas, no comentaba nada al respecto, María siempre se caracterizo por ser una persona que nunca mencionaba ni comentaba algo de los demás, no era chismosa.
Al día siguiente cuando la viejita acudió al puesto de frutas, María le pregunto que ya tenía bastante tiempo que le compraba frutas, pero no sabía cómo se llamaba y familia de quien era, ella respondió que no tenia familia, vivía sola del otro lado del rio, en una parcela que casi nadie iba, pues decían ahí espantaban, María le dijo que ella llevaba 15 años viviendo ahí y nunca la había visto, le comento que le llamaba la atención porque siempre compraba frutas para remedios, María le dijo que ella era familia de Agustín bravo, cuando la viejita escucho el nombre de Agustín bravo, soltó la canasta, se dio media vuelta y se fue como un rayo, María se quedo sorprendida no entendía porque la viejita había actuado de tal manera. En eso llego su hija la más pequeña, Macarena, avisando que Agustín se había puesto muy grave y que el doctor del pueblo lo había ido a ver, María dejo a su hija en su casa con las sirvientas, después fue a la hacienda donde se encontraba Joaquín llorando, quien se iba a imaginar que aquel de corazón duro estaría llorando, lloraba por su padre pues el doctor le había dicho que la enfermedad de su padre era tan misteriosa que no había podido encontrar que era lo que tenia y temía lo peor, tal vez Agustín no volvería a ver la luz del sol.
María sin pensarlo, se dirigió hacia la parcela donde vivía la viejita, tal vez ella podía ayudarla y darle un té que hiciera que Agustín se mejorara, se dirigió al rio, recorrió la orilla hasta encontrar la parcela con la casa, se le hizo muy difícil encontrarla pues no era una casa como tal, era una pequeña choza que se camuflaje aba entre carrizales. Cuando llego le dijo que por favor le diera un té que  curara un fuerte dolor en la cabeza, temía que fuera un tumor, la viejita no se atrevía a mirarla a los ojos, María le dijo que confiara en ella, le pagaría lo que fuera necesario, era de vida o muerte pues alguien se estaba muriendo, María le comento que era su suegro, Don Agustín, la viejita muy espantada le dijo que enseguida se lo daría, mientras lo preparaba María le pregunto porque se había ido muy de prisa cuando le menciono quien era su familia, ella dijo que le tenía algo que confesar, la viejita dijo que se llamaba Silvia y era la esposa de Agustín, su hijo era Joaquín, María quedo espantada, Silvia le dijo que ese era el motivo por el cual había salido huyendo, María le dijo que porque no estaba junto a Agustín, ella dijo que un día tuvo un problema con Agustín, le habían inventado que Joaquín no era hijo de Agustín si no de otro hombre, Agustín le golpeo tan feo que la dejo casi muerta, Silvia había huido y  ya no volvió, ellos la creyeron muerta, ella no regreso porque tenía miedo de que le golpeara de nuevo hasta matarla, el hechizo de la perla negra se había cumplido, María le pregunto que cual perla negra, Silvia respondió que hace mucho tiempo Agustín y ella habían acudido con un brujo a Veracruz para que les diera una amuleto para la felicidad y  la buena suerte, el brujo les dio una perla negra, les dijo que siempre que permanecieran juntos las cosas marcharían bien, pero si se separaban o se divorciaban, las cosas cambiarían, uno de los dos seria infeliz y  más tarde moriría. Era obvio que las enfermedades  de Agustín eran las consecuencias de la magia del amuleto, a María se le ocurrió la idea de volver a unir a este matrimonio, creía que si Agustín volvía a ver a Silvia, sus problemas se habrían solucionado, ahora entendía porque era así Agustín, el estar alejado de Silvia le hacía mal, el ver a la familia de su hijo le recordaba  a su antiguo matrimonio con Silvia, le había dolido tanto la pérdida de su esposa pero al mismo tiempo se sentía traicionado pues tenía esa duda de si era o no su hijo, todo lo que hablaba Agustín lo decía porque  María le recordaba a Silvia, sentía que debía hacer algo para lograr el bienestar de la familia. Así fue María llevo a Silvia donde estaba su suegro.
La hacienda San Agustín estaba de fiesta, el abuelo había vuelto a la vida, el amor de este matrimonio no había desaparecido, Agustín acepto que  Joaquín con su esposa e hijos, vivieran en la hacienda con él y Silvia, las relación entre María y Agustín cambio para bien, Agustín pidió perdón a María por haberla tratado mal y agradeció por haber encontrado su complemento, su felicidad. La magia de la perla negra volvió a florecer.


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