Era
tan hermoso sus ojos, como el color de las
hojas de un manzano, tan verdes que puedes perderte en un instante en ellos sin
que te percates siquiera, y su sonrisa, su sonrisa… no tengo palabras para
describirla, en verdad necesitas verla en persona, era como la sensación de encontrar debajo del pino
de navidad un regalo con tu nombre, alegría, mucha emoción, miles de globos
reventando en tu interior, el sabor de una fresa dulce, la calidez de tu casa.
Todo él era inconfundible, y adorable, lo amaba demasiado, me sentía segura con
él, sentía que era el inicio de…
Y
entonces me desperté, era de nuevo el mismo sueño, me alegraba volver a ver la
cara de mi chico de ojos verdes.
Me
levante muy feliz y con mucha energía, quería bailar y bailar hasta que por fin
encontrara a mis ojos verdes.
Era
un día normal, pero sentía algo
maravilloso en el ambiente, que me hacia estremecerme. Como todas las tardes
desde hacia una semana John preparaba
las tiendas de madame Azulí, la vidente en el campamento, los malabaristas practicaban en el pasto, los
bufones intentaban escupir fuego pero aún no lo lograban, por mi parte había
estado practicando con mi mamá Anne, los nuevos pasos de baile que
recientemente ella había inventado o como le dice ella “le había dado su toque
especial”, la quería mucho era muy buena mamá, había adquirido por ella el
gusto al baile, éramos unas grandes gitanas, en los festivales todo mundo se
divertía y se contagiaba con nuestros pasos. Así que nos esforzábamos
practicando, lo cual no nos resultaba tan difícil pues era algo que nos gustaba
hacer.
El
festival de los gitanos apenas estaba comenzando pero mucha gente ya había
llegado, muchos niños corrían y reían, me encantaba esas noches llenas de
alegría.
Cuando
este comenzó, las demás gitanas y yo bailamos con mucha enjundia, amaba mi ropa
era un hermoso vestido rosa con muchos collares colgando; mientras bailábamos
me amaba ver los juegos artificiales en el cielo negro, junto a la luna,
también admiraba y me fascinaba ver a los acróbatas, eran tan peligrosos sus
movimientos pero a ellos parecía no incomodarles cuan peligrosos fueran, era un
reto y una victoria moverse con agilidad.
Durante
el festín baile con todas las personas, girábamos, alzábamos las manos, me
divertía y cantaba; pero por un momento gire muy rápido sin parar, mire el
cielo y me gusto como las estrellas parecían envolverme, cuando por fin me
detuve, mi equilibrio fue bastante malo y tropecé, estuve a punto de caerme
pero alguien sujeto mi cintura y me pego a su pecho, asustada voltee
bruscamente y vi unos ojos exaltados con el reflejo de la luna en ellos, me
pregunto que si no me había hecho daño y sonrió; entonces lo reconocí, era él,
era mi amor, mis ojos verdes, por fin lo había encontrado, pero el no me
conocía, me perdí en mis pensamientos y el volvió a preguntar, esta vez pregunto mi nombre y me
dijo que el suyo era Jeffrey. Después de cinco segundos largos volví en si y casi le
grite que mi nombre era Aitana; comenzamos a reírnos aunque no sabia realmente
si reía por la emoción o por haberle gritado mi nombre, pero me sentía fuerte y
llena de energía, me tomo de la mano y seguimos bailando riéndonos, era tan
bello poder estar con el, había sido como encontrar un Pegaso en el bosque, así
de increíble había sido nuestro encuentro.
La
noche terminaba para mí, era demasiado obediente para llegar tarde a mi tienda
con Anne, no quería despedirme de Jeffrey, sentía que lo perdería, pero debía
hacerlo. Quedamos de vernos al día siguiente por la noche en el mismo lugar
donde nos conocimos, me dio un beso en la mano y me miro con ojos de tristeza,
nunca supe si el sintió lo mismo que yo sentí, pero nuestras ojos no estaban
dispuestos a olvidar, por que simplemente ya no podían.
Era
un poco tarde, y me dirigía a encontrar
a mis ojos verdes, me escabullí entre la multitud que bailaba, pero me perdí,
escuche que alguien gritaba mi nombre y pronto reconocí la voz de Jeffrey, estaba
mirándome desde un árbol fuera de toda la danzante multitud; con esa mirada
misteriosa y tranquilizante a la vez, es tan hermoso me dije. Me mire
repentinamente, y me sentí orgullosa de
haberme puesto el vestido lila, que Anne había cocido para mi hace dos meses,
me acomode nerviosamente el cabello y
camine hacia él, el también camino y nos encontramos a mitad del camino, nos
abrazamos; sentía que ese era mi lugar, su pecho era tan acogedor, su sonrisa
tan apremiante, que no dude que eso estaba bien; se que tal vez era un poco
rápido, pero ya no quería apartarme de él. Él decía que había esperado mucho
tiempo por mi y que encontrarme fue el comienzo de su vida; éramos el uno para
el otro, lo sabíamos.
Pasamos
muchas tardes juntos, era muy divertido pasear con él de un lado para otro y muchas
veces fui a verle jugar con los animales, él quería enseñarme a domar a un
tigre pero me asustaba con facilidad así que se burlaba de mi, era un gran
domador. Me encantaba taparle los ojos y que él me atrapara con un dulce beso; parecíamos
un par de niños enamorados. Jeff era muy
varonil, decidido, lo que mas amaba y admiraba de él era que en cualquier
situación nunca cambia su forma de ser, era el mismo Jeffrey con todos; claro
que conmigo era diferente, era más tímido y dulce; recuerdo que me fascinaba verlo
sonrojarse, me hacia sentirme segura de él, así que no dude en irme con mis ojos verdes. Jeffrey
prometió a Anne que cuidaría de mí por siempre y que siempre que pudiéramos la visitaríamos.
No
nos fue difícil ser aceptados en otros campamentos gitanos, los dos teníamos un
gran sentido del humor, éramos dos bufones en una caravana de silencio. Nuestra vida era hermosa, reíamos, bailábamos
hasta quedar rendidos, nos amábamos con ternura y locura. Y siempre que uno se
sentía triste o tenia complicaciones hacíamos hasta lo imposible por cambiar
esa situación.
Era
un preocupon empedernido, me cuida mucho pero no me molestaba, se que lo hacia
por que me amaba y me sentía bien con ello.
Mi
vida con él fue muy hermosa a su lado, éramos muy jóvenes y nos dejábamos llevar
por el amor, lo importante fue que pasara lo que pasara nunca dejamos que
muriera o fuera disminuyendo; teníamos muchos planes, queríamos tener una casa
a pesar de que ninguno de los dos tuvo una como tal. Hay mi Jeffrey, le amaba
tanto.
Hasta
que un día, al levantarme me di cuenta que Jeffrey ardía en temperatura, me
preocupe muchísimo, comencé a ponerle compresas de agua en su frente, para que
la temperatura bajara, pero no pasaba nada y me desespere, nadie podía ayudarme,
en el campamento no había ningún doctor, unas personas me ayudaron a ponerlo en
una tina llena de agua, los desvestí rápidamente y lo cargamos hasta la tina,
moje todo su cuerpo y la temperatura disminuyo un poco, mi calma volvió y actué
con más tranquilidad, al sacarlo de la tina le prepare un te de hiervas
medicinales, mientras le daba de tomar
Jeffrey deliraba y decía muchas incoherencias entre ellas que ya era su
tiempo de morir, que me amaba, que lamentaba dejarme sola, que a pesar de no
estar listo para partir estaba satisfecho con su vida, daba gracias a la vida
por permitirle conocerme, me daba las gracias por amarle, por no dejarlo solo
nunca; me partía el corazón en mil pedazos escuchar de su boca esas palabras,
sentía que una parte de mi estaba muriendo con el, ya no tenia control de mis
lagrimas, salían y salían, tenia mucho miedo de perderlo, de perder a mis ojos
verdes; mientras me aferraba a él abrazándolo con todas mis fuerzas como si de
eso dependiera que se salvara de la muerte, pronuncio suavemente “Cariño no
tengas miedo, te he amado y te amare por mil años más” y con esa sonrisa
radiante se despidió y me dejo en aquel cuarto con su cuerpo en mis brazos. Grite
que no me dejara que no se rindiera, pero era en vano ya lo había perdido, lo
bese y me quede junto a él por mucho tiempo.
Era
muy cierto que sentía que mi vida había acabado ahí, todo lo bello se había
vuelto maravilloso a su lado y sin él esas cosas perdieron un poco de su valor,
poco a poco fue asimilando la realidad y tuve que a superar su muerte para
poder continuar con mi vida.
Tal
vez no fue tan difícil por que aún era muy joven y valiente, y me decía a mi
misma que a Jeff no le gustaría verme triste ni llorar por él, después de un
tiempo decidí regresar con mi mamá, fue lo mejor que pude hacer, ella me apoyo haciéndome
sentir amada y protegida, y así fue como volví a bailar y a reír, aunque sonreír
me constaba demasiado, sentía que traicionaba a Jeffrey, porque mi sonrisa le pertenecía
solo a él, tenia que continuar o si no me quedaría atrapada en la tristeza, con
un poco de voluntad volví a ser Aitana, la loca enamorada de la vida, pero
estaba agradecida por que se me había
permitido conocer a el amor de mi vida. Y como decía mi amor: “La
belleza de la vida, no tiene porque ser olvidada, esos momento irrepetibles
siempre vivirán en nuestros corazones, donde siempre han permanecido”, y hasta
hoy Mi chico de ojos verdes vive en él.
La
vida no es cruel, siempre te tiene algo mágico y bueno, pero debes aprender a
apreciar todo cuanto te ha dado, por que si no lo aprecias en vida, no tendrás
oportunidad de volver a repetir la vida y hacer todo lo que nunca hiciste. Así que como tu apenas eres un pequeña tienes
mucho tiempo para gozar de la vida, le dijo Aitana a la pequeña Camila; ella
estaba fascinada con la historia de amor de Aitana, amaba que le contara
anécdotas de su juventud. Parecía una princesa en un cuento de hadas
defendiendo su amor contra cualquier dragón.
Camila
agradeció a Aitana por la magnifica historia y prometió venir al día siguiente
a visitarla. Aitana sentía que seguía siendo esa joven enamorada, valiente y
llena de energía; y mientras pudiera, seguiría contando sus anécdotas, no importaba que fuera una anciana,
había disfrutado su vida plenamente, y cualquiera que estuviera dispuesto a escuchar
con el corazón, ahí estaría ella compartiendo su vida. Así fue como la bella
Aitana no dejo de contar su historia de amor, hasta el último día de su vida.
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