sábado, 24 de noviembre de 2012

Jeffrey y yo.


Era tan hermoso sus ojos,  como el color de las hojas de un manzano, tan verdes que puedes perderte en un instante en ellos sin que te percates siquiera, y su sonrisa, su sonrisa… no tengo palabras para describirla, en verdad necesitas verla en persona, era  como la sensación de encontrar debajo del pino de navidad un regalo con tu nombre, alegría, mucha emoción, miles de globos reventando en tu interior, el sabor de una fresa dulce, la calidez de tu casa. Todo él era inconfundible, y adorable, lo amaba demasiado, me sentía segura con él, sentía que era el inicio de…
Y entonces me desperté, era de nuevo el mismo sueño, me alegraba volver a ver la cara de mi chico de ojos verdes.
Me levante muy feliz y con mucha energía, quería bailar y bailar hasta que por fin encontrara a mis ojos verdes.
Era un  día normal, pero sentía algo maravilloso en el ambiente, que me hacia estremecerme. Como todas las tardes desde hacia una semana  John preparaba las tiendas de madame Azulí, la vidente en el campamento,  los malabaristas practicaban en el pasto, los bufones intentaban escupir fuego pero aún no lo lograban, por mi parte había estado practicando con mi mamá Anne, los nuevos pasos de baile que recientemente ella había inventado o como le dice ella “le había dado su toque especial”, la quería mucho era muy buena mamá, había adquirido por ella el gusto al baile, éramos unas grandes gitanas, en los festivales todo mundo se divertía y se contagiaba con nuestros pasos. Así que nos esforzábamos practicando, lo cual no nos resultaba tan difícil pues era algo que nos gustaba hacer.
El festival de los gitanos apenas estaba comenzando pero mucha gente ya había llegado, muchos niños corrían y reían, me encantaba esas noches llenas de alegría.
Cuando este comenzó, las demás gitanas y yo bailamos con mucha enjundia, amaba mi ropa era un hermoso vestido rosa con muchos collares colgando; mientras bailábamos me amaba ver los juegos artificiales en el cielo negro, junto a la luna, también admiraba y me fascinaba ver a los acróbatas, eran tan peligrosos sus movimientos pero a ellos parecía no incomodarles cuan peligrosos fueran, era un reto y una victoria moverse con agilidad.
Durante el festín baile con todas las personas, girábamos, alzábamos las manos, me divertía y cantaba; pero por un momento gire muy rápido sin parar, mire el cielo y me gusto como las estrellas parecían envolverme, cuando por fin me detuve, mi equilibrio fue bastante malo y tropecé, estuve a punto de caerme pero alguien sujeto mi cintura y me pego a su pecho, asustada voltee bruscamente y vi unos ojos exaltados con el reflejo de la luna en ellos, me pregunto que si no me había hecho daño y sonrió; entonces lo reconocí, era él, era mi amor, mis ojos verdes, por fin lo había encontrado, pero el no me conocía, me perdí en mis pensamientos y el volvió  a preguntar, esta vez pregunto mi nombre y me dijo que el suyo era Jeffrey. Después de  cinco segundos largos volví en si y casi le grite que mi nombre era Aitana; comenzamos a reírnos aunque no sabia realmente si reía por la emoción o por haberle gritado mi nombre, pero me sentía fuerte y llena de energía, me tomo de la mano y seguimos bailando riéndonos, era tan bello poder estar con el, había sido como encontrar un Pegaso en el bosque, así de increíble había sido nuestro encuentro.
La noche terminaba para mí, era demasiado obediente para llegar tarde a mi tienda con Anne, no quería despedirme de Jeffrey, sentía que lo perdería, pero debía hacerlo. Quedamos de vernos al día siguiente por la noche en el mismo lugar donde nos conocimos, me dio un beso en la mano y me miro con ojos de tristeza, nunca supe si el sintió lo mismo que yo sentí, pero nuestras ojos no estaban dispuestos a olvidar, por que simplemente ya no podían.
Era un poco tarde,  y me dirigía a encontrar a mis ojos verdes, me escabullí entre la multitud que bailaba, pero me perdí, escuche que alguien gritaba mi nombre y pronto reconocí la voz de Jeffrey, estaba mirándome desde un árbol fuera de toda la danzante multitud; con esa mirada misteriosa y tranquilizante a la vez, es tan hermoso me dije. Me mire repentinamente,  y me sentí orgullosa de haberme puesto el vestido lila, que Anne había cocido para mi hace dos meses, me acomode nerviosamente el cabello  y camine hacia él, el también camino y nos encontramos a mitad del camino, nos abrazamos; sentía que ese era mi lugar, su pecho era tan acogedor, su sonrisa tan apremiante, que no dude que eso estaba bien; se que tal vez era un poco rápido, pero ya no quería apartarme de él. Él decía que había esperado mucho tiempo por mi y que encontrarme fue el comienzo de su vida; éramos el uno para el otro, lo sabíamos.  

Pasamos muchas tardes juntos, era muy divertido pasear con él de un lado para otro y muchas veces fui a verle jugar con los animales, él quería enseñarme a domar a un tigre pero me asustaba con facilidad así que se burlaba de mi, era un gran domador. Me encantaba taparle los ojos y que él me atrapara con un dulce beso; parecíamos un  par de niños enamorados. Jeff era muy varonil, decidido, lo que mas amaba y admiraba de él era que en cualquier situación nunca cambia su forma de ser, era el mismo Jeffrey con todos; claro que conmigo era diferente, era más tímido y dulce; recuerdo que me fascinaba verlo sonrojarse, me hacia sentirme segura de él, así que  no dude en irme con mis ojos verdes. Jeffrey prometió a Anne que cuidaría de mí por siempre y que siempre que pudiéramos la visitaríamos.

No nos fue difícil ser aceptados en otros campamentos gitanos, los dos teníamos un gran sentido del humor, éramos dos bufones en una caravana de silencio.  Nuestra vida era hermosa, reíamos, bailábamos hasta quedar rendidos, nos amábamos con ternura y locura. Y siempre que uno se sentía triste o tenia complicaciones hacíamos hasta lo imposible por cambiar esa situación.
Era un preocupon empedernido, me cuida mucho pero no me molestaba, se que lo hacia por que me amaba y me sentía bien con ello.
Mi vida con él fue muy hermosa a su lado, éramos muy jóvenes y nos dejábamos llevar por el amor, lo importante fue que pasara lo que pasara nunca dejamos que muriera o fuera disminuyendo; teníamos muchos planes, queríamos tener una casa a pesar de que ninguno de los dos tuvo una como tal. Hay mi Jeffrey, le amaba tanto.
Hasta que un día, al levantarme me di cuenta que Jeffrey ardía en temperatura, me preocupe muchísimo, comencé a ponerle compresas de agua en su frente, para que la temperatura bajara, pero no pasaba nada y me desespere, nadie podía ayudarme, en el campamento no había ningún doctor, unas personas me ayudaron a ponerlo en una tina llena de agua, los desvestí rápidamente y lo cargamos hasta la tina, moje todo su cuerpo y la temperatura disminuyo un poco, mi calma volvió y actué con más tranquilidad, al sacarlo de la tina le prepare un te de hiervas medicinales, mientras le daba de tomar  Jeffrey deliraba y decía muchas incoherencias entre ellas que ya era su tiempo de morir, que me amaba, que lamentaba dejarme sola, que a pesar de no estar listo para partir estaba satisfecho con su vida, daba gracias a la vida por permitirle conocerme, me daba las gracias por amarle, por no dejarlo solo nunca; me partía el corazón en mil pedazos escuchar de su boca esas palabras, sentía que una parte de mi estaba muriendo con el, ya no tenia control de mis lagrimas, salían y salían, tenia mucho miedo de perderlo, de perder a mis ojos verdes; mientras me aferraba a él abrazándolo con todas mis fuerzas como si de eso dependiera que se salvara de la muerte, pronuncio suavemente “Cariño no tengas miedo, te he amado y te amare por mil años más” y con esa sonrisa radiante se despidió y me dejo en aquel cuarto con su cuerpo en mis brazos. Grite que no me dejara que no se rindiera, pero era en vano ya lo había perdido, lo bese y me quede junto a él por mucho tiempo.

Era muy cierto que sentía que mi vida había acabado ahí, todo lo bello se había vuelto maravilloso a su lado y sin él esas cosas perdieron un poco de su valor, poco a poco fue asimilando la realidad y tuve que a superar su muerte para poder continuar con mi vida.

Tal vez no fue tan difícil por que aún era muy joven y valiente, y me decía a mi misma que a Jeff no le gustaría verme triste ni llorar por él, después de un tiempo decidí regresar con mi mamá, fue lo mejor que pude hacer, ella me apoyo haciéndome sentir amada y protegida, y así fue como volví a bailar y a reír, aunque sonreír me constaba demasiado, sentía que traicionaba a Jeffrey, porque mi sonrisa le pertenecía solo a él, tenia que continuar o si no me quedaría atrapada en la tristeza, con un poco de voluntad volví a ser Aitana, la loca enamorada de la vida, pero estaba agradecida por que se me había  permitido conocer a el amor de mi vida. Y como decía mi amor: “La belleza de la vida, no tiene porque ser olvidada, esos momento irrepetibles siempre vivirán en nuestros corazones, donde siempre han permanecido”, y hasta hoy Mi chico de ojos verdes vive en él.

La vida no es cruel, siempre te tiene algo mágico y bueno, pero debes aprender a apreciar todo cuanto te ha dado, por que si no lo aprecias en vida, no tendrás oportunidad de volver a repetir la vida y hacer todo lo que nunca hiciste.  Así que como tu apenas eres un pequeña tienes mucho tiempo para gozar de la vida, le dijo Aitana a la pequeña Camila; ella estaba fascinada con la historia de amor de Aitana, amaba que le contara anécdotas de su juventud. Parecía una princesa en un cuento de hadas defendiendo su amor contra cualquier dragón.
Camila agradeció a Aitana por la magnifica historia y prometió venir al día siguiente a visitarla. Aitana sentía que seguía siendo esa joven enamorada, valiente y llena de energía; y mientras pudiera, seguiría contando  sus anécdotas, no importaba que fuera una anciana, había disfrutado su vida plenamente, y  cualquiera que estuviera dispuesto a escuchar con el corazón, ahí estaría ella compartiendo su vida. Así fue como la bella Aitana no dejo de contar su historia de amor, hasta el último día de su vida.

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